martes, 1 de febrero de 2022

Rol en Solitario: B12 El Monasterio del Dragón Dormido (III)

VIENE DE ESTA PUBLICACIÓN

  Escena 4 – Explorando el Monasterio (I)

 Caos inicial: 4

 Lugar: interior del monasterio

 Personajes: Monjes mendicantes, Aralic, Anastasia Atrapes, orcos asaltantes, dragón?

 Hilos: Recuperar el tesoro del monasterio

 Fuera lo que fuese lo que había en la iglesia, de momento el grupo tuvo la intención de evitarlo. Retrocedieron hasta la trampa de dardos de la aspillera. Antígonos saltó por encima de la zona que creía podía contener el disparador, y caminó hasta el repartidor de la entrada. Con cierta dificultad, cargó con la puerta derribada por el derrumbe de la entrada principal, y con la ayuda del resto la apoyaron en la pared de la aspillera, pasando por su lado sin más percance que destacar.

 Al llegar al repartidor de las cuatro puertas, los aventureros hicieron una pequeña pausa durante la que les llegó algún sonido de suave correteo tras la puerta del sur. Antígonos la examinó y también la dio por segura. Sebo la abrió. Una puerta a la derecha y unos ojos rojos brillando desde la oscuridad de una pequeña sala alargada. No llega la luz de la antorcha y Sebo aprieta con fuerza el mango de la espada sin saber qué hacer. “¡Luz¡ ¡Rápido!”. Antígonos se aparta para que Anastasia acerque la antorcha al umbral. La luz anaranjada ilumina a una rata de un metro de altura, incorporada sobre su cuartos traseros. Detrás de ella hay una mesa, un par de sillas, y otra puerta al fondo. La enorme rata olisquea moviendo los bigotes, distraída por la antorcha. Parece indecisa. Sebo pide que alguien saque el paquete envuelto en hojas de parra de su mochila. Se lo dan, y lo lanza hacia el fondo de la habitación. La rata gigante se asusta y brinca hacia un lado, pero tras unos instantes se acerca precavida al paquete y empieza a devorar el fiambre de su interior. “¡Antígonos! ¡La mesa!¿Qué hay en ella?” dice Sebo, y el ladrón avanza daga en mano hacia el viejo mueble, receloso por la presencia del enorme roedor, todavía entretenido con la inesperada merienda. Sobre la mesa hay un ábaco. Inmediatamente, Antígonos piensa para sí ¿puede haber alguna moneda por el suelo? - Es muy improbable que la haya. Le preguntamos al Mythic GME, quien responde con un sonoro “No”. Al menos, la rata sigue entretenida.

Antígonos receloso de la rata gigante

 Antígonos retrocede hasta la puerta a la derecha de Sebo, y le pega la oreja. No se oye nada, así que da comienzo la inspección habitual en busca de algún mecanismo de trampa, pero antes hace un gesto para que Sebo se interponga entre él y el gran roedor, cuya voracidad está a la altura de su tamaño. La rata ya ha acabo con el fiambre y se está limpiando los bigotes cuando Antígonos da la puerta como buena, y apartándose con una sonrisa para que la abra otro. Sebo, esta vez bien iluminado, hace girar el pomo.

La sala tenía unos 25 metros de largo hacia el sur y unos 8 de ancho. En tiempos mejores tuvo que ser el refectorio, pues estaba repleta de sillas y mesas, casi todas dañadas, rotas o patas arriba. El techo de la sala estaba especialmente dañado y la humedad había hecho estragos en todo lo que se podía ver. Alfombras de musgo y moho crecían entre y por encima del mobiliario. En la pared del fondo, una pequeña puerta aguantaba todavía en sus goznes.

 La sala era los suficientemente grande como para que todos tuvieran su rincón que explorar, siempre precedidos por Antígonos en busca de trampas. Tras unos veinte minutos moviendo muebles y levantando musgo, dieron la inspección por finalizada sin nada que celebrar. Antes de abandonar el comedor, el ladrón inspeccionó la puerta del sur, que también le pareció segura. No escuchó nada al otro lado. Sebo abrió la puerta y asomó la cabeza. Una pequeña habitación estrecha y alargada. Más moho, una cortina raída tirada en el suelo y al fondo unas letrinas. El umbral exhalaba un extraño olor rancio y ácido que se precipitó en el refectorio. Sebo señaló el aseo a Thiagonos, quien negaba con la cabeza entrando de mala gana. A sus espaldas, Anastasia iluminaba con la antorcha desde el umbral. El ladrón se puso de cuclillas para levantar la andrajosa cortina con una daga. Un siseo le puso en alerta. Fue algo similar al goteo de agua sobre una sartén al fuego. Delante de él, en un pedazo de suelo cubierto de musgo, serpenteaba hacia arriba un hilillo de humo. Alzado la mirada, llegó a ver como caía del techo sobre él una especie de masa gelatinosa de color gris ceniza. Antígonos cayó de culo hacia atrás y la masa aterrizó justo a sus pies, rociando al ladrón con una sustancia pegajosa. De inmediato, las salpicaduras empezaron a sisear y a quemar su ropa y armadura. Sin tiempo para incorporarse, vio como el charco gris se levantaba sobre sí mismo para arquearse y caer de lleno sobre él. El cuerpo de Antígonos se deshizo en un suspiro como sal en el agua. Anastasia, antorcha en mano y a escasos pasos del horror, se abandonó a las más primarias emociones, corriendo fuera del convento desgañitándose.

Antígonos siendo devorado por el cieno gris

 Sebo solo vio en parte al horror desintegrando a su amigo, pero lo reconoció como un brote de cieno gris. Retrocedió descompuesto gritando atrás a sus compañeros. Segundos después, el cieno gris atravesó el umbral humeando entre borboteos. Todos dieron un paso atrás ante la aberración, que se arrastraba lentamente hacia ellos contorsionándose y cambiando de forma constantemente. En poco menos de un minuto, la criatura se desmoronó tras recibir una lluvia de flechas y piedras. Más tarde, Ingwor y Helena debatieron sobre la fragilidad de la criatura. Los miembros adultos de su especie son muy resistentes, con lo que coincidieron en que debía tratarse de un sujeto juvenil.

Suerte que el cieno mueve lento...

 [Explicación: al abrir y entrar en las letrinas, tiré en Mythic hasta 3 veces para ver si algún PJ se daba cuenta de la presencia del cieno gris. Decidí que era improbable que lo detectaran, y con un factor de Caos 4, el porcentaje para descubrirlo era solo de un 20%. Nadie lo consiguió. El ataque cogió desprevenido al ladrón, no hice ni tirada de sorpresa. El ataque falló, pero en el siguiente asalto el cieno gris ganó la iniciativa y sacó un 20 en el dado de ataque y un 8 en el d8 de daño. Con 3 pv, Antígonos no podía más que desaparecer. Anastasia, la seguidora falló la tirada de moral y huyó. Tiré para ver si Sebo reconocía al monstruo, y saqué un 1 en la tirada de d20 en un control de habilidad (INT), aunque bien podría haberlo hecho con un d100 de Mythic. Los PJs retrocedieron hasta medio refectorio, desde dónde acribillaron al pobre cieno, que solo movía 5 pies (una casilla) por asalto].

 De Antígonos no quedaba ni un hueso. Fue un golpe muy duro, pero todos eran conscientes de los peligros de su profesión, aunque también del dulce sabor de superar los peligros. Así que Karsa dirigió unas palabras en recuerdo del buen ladrón, y recitó una oración a modo de breve funeral. Finalizada la sucinta despedida, Theopano e Ingwor iniciaron la inspección del cubil del cieno gris, encontrando el primer de los pergaminos en el interior de una letrina seca y cerrada. Tan solo tenía una letra escrita, una gran “K”. Helena guardó el pergamino prensándolo en el interior de su libro de conjuros.

 Finalizada la exploración del refectorio, el grupo retrocedió hasta el despacho en el que encontraron a la hambrienta rata gigante, que había desaparecido del lugar. Sorprendentemente, aquí se encontraron a Anastasia, que tras recuperar la compostura decidió volver con sus patrones [pregunté al Mythic GM si Anastasia volvería a buscar al grupo, asignando una probabilidad de “Para nada”, 10% de posibilidades de que volviera y saqué un 5 en el d100]. Aunque Anastasia no parecía muy de fiar, no dejaba de ser una ladrona, con lo que tal vez su pericia les pudiera ayudar.

 


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