Escena 8– Retorno al Monasterio
Caos inicial: 4
Lugar: el monasterio
Personajes: Monjes mendicantes, Aralic, Anastasia Atrapes, orcos asaltantes, rata gigante, dragón?, Andreas Prinkips
Hilos: Recuperar el tesoro del monasterio
Fyrmont, Tserdain 10, mañana, cielo cubierto, 17, llovizna
Después de una incómoda marcha matutina por suelo embarrado, el grupo llegó al monasterio al mediodía. Llenaron el buche en una zona resguardada de la fina lluvia y reprendieron la exploración poco rato después. Decidieron explorar la puerta del sur que todavía faltaba por abrir, presumiendo que solo se podría acceder desde el exterior.
Con la experiencia acumulada de los últimos días, el grupo decidió ser especialmente precavidos y se prepararon para lo peor. Primero, Athenais examinó la puerta sin encontrar trampa alguna. Hecho lo anterior, se escondió con Sebo en la sala de al lado, en la sombra tras el umbral de la puerta. Theopano se preparó con el arco a una distancia cómoda para disparar un par de flechas. Karsa, Helena y Andreas se ocultaron tras la esquina más cercana a la puerta. Dávide tenía que abrir la puerta y retroceder dejando espacio para las flechas y para que el resto atacara por delante y por detrás al horror que saliera de la puerta.
Preparando la emboscada |
Tras comentarlo con el resto, Karsa explicó a los hombres rata que efectivamente la intención del grupo era la de liberar el monasterio de sus actuales ocupantes, y que estaban dispuestos a compartir la recompensa con los hombres rata si estos unían sus fuerzas a la causa. Estos rechazaron inmediatamente la propuesta, pero estuvieron dispuestos a negociar una recompensa si los aventureros encontraban a su compinche. Karsa puso su precio, 100 monedas de oro por encontrar al hombre rata desaparecido. Sus socios aceptaron [15% o menos en Mythic, y salió]. Así que, sin más dilatación se despidieron con la promesa de volver a visitar a los hombres rata, o en la cocina, o en las inmediaciones del camino cerca del inicio de la colina, cerca de la zona boscosa dónde el grupo acampó unas noches antes.
Con el trato cerrado, los aventureros volvieron al claustro, dedicando unos minutos para recordar a Antígonos y a Ingwor delante de la tumba de este. Luego decidieron explorar las otras puertas que daban al patio. Continuaron por la del sudeste, la que quedaba entre el calefactorio y la sala de la capilla. No encontraron señal de la serpiente de cascabel que se escapó durante la última refriega, aunque optaron por no abrir la puerta de la capilla. La colonia de murciélagos continuaba durmiendo en su oscuro refugio. Athenais inspeccionó la puerta y tuvo la certeza de que era segura.
Sebo abrió la puerta. La luz entró desde el patio uniéndose a la que se filtraba por tres ventanas, iluminando el scriptorium del monasterio. Alguno de los pupitres todavía aguantaba en pie, tullido y rodeado de otros muebles destrozados y de papiros medio chamuscados. Al fondo de la sala había otra puerta orientada hacia el sur. El grupo empezó a husmear la sala, pero en seguida se abrió la puerta del sur. De ella salieron dos gnolls aullando y lanzando al aire tantas babas como estocadas. Sebo y Dávide tuvieron la precaución de situarse en el extremo sur de la sala, pero justo en la esquina a la derecha de la puerta, Helena estaba inspeccionando los restos de unos libros quemados. El resto del grupo estaba situado a poca distancia de la puerta por la que entraron al scriptorium. La maga fuer rápida y se escabulló con agilidad tras la seguridad de los guerreros, pero los gnolls fueron más rápidos que el resto y ambos lanzaron sus golpes contra Sebo, que los desvió como pudo con el escudo. Sebo devolvió el golpe, rozando con la espada a uno de ellos (2 pv). El otro gnoll esquivó el mandoble de Dávide y logró atravesar su cota de bandas en la contra (2 pv). Justo al lado, Sebo logró romper la guardia de su rival, que murió empalado en la espada del guerrero (8 pv). El resto de los luchadores alcanzó a la melé rodeando al último gnoll, que decidió luchar hasta la muerte, momento que llegó en el tercer asalto del combate.
Lucha en el scriptorium |
Mientras Dávide vendaba su herida, Athenais registró a los gnolls. Entre ambos llevaban 11 monedas de electrum. De momento decidieron que las guardaria Athenais como bote común. La habitación desde la que habían entrado los gnolls estaba hecha una pocilga. Contenía los restos de las celdas de los monjes, y las mantas raídas se mezclaban con todo tipo de excrementos y restos de comida en descomposición. Lo peor era la visión del hombre rata desaparecido, ahora un fantoche inerte amoratado, ejemplo de la crueldad propia de la raza de los hombres hienas. [Todo lo anterior lo he resuelto con el Mythic GME. Tanto en esta sala como en el scriptorium le he preguntado si aquí se encontraba el hombre rata. También le he preguntado si estaba vivo]. La habitación tenía una puerta orientada hacia al sur, esta vez abierta hacia una zona en sombras [También resuelto por Mythic GME]. Debido al reducido tamaño de la habitación de las celdas, solo entraron Athenais, Sebo y Theopano, alzando este último la linterna de Helena. El resto esperaba pendiente en el scriptorium. La sala oscura era en realidad los baños de los monjes, y contenía varias bañeras, una cisterna y letrinas. En medio del suelo se veían esparcidos los restos mortales de un ciempiés gigante, probablemente los gnolls habían acabado con él hacía relativamente poco.
Los aventureros tenían trabajo pendiente, así que continuaron con el registro de esa ala del monasterio. Lo único que encontraron digno de mencionar, fue un grimorio que contenía varios sortilegios. Helena dio buena cuenta de él, guardándolo en la mochila para una futura lectura.
Ya llevaban dos horas de exploración, pero decidieron continuar investigando las dos puertas restantes del claustro. La primera estaba en la pared este, justo por encima de la habitación que habían colonizado los murciélagos.
Athenais no encontró nada en particular en la puerta, así que Sebo hizo los honores abriéndola. Antes de que se abriera por completo, corretearon entre sus pies una docena de ratas negras en plena huida. En la minúscula sala solo había un gran armario en la pared del fondo, que quedó inmediatamente cubierto cuando varios centenares de pequeñas polillas alzaron de él el vuelo, impidiendo por completo la visión en la pequeña habitación. Athenais encendió dos antorchas y entró con ellas con la boca cubierta por un pañuelo. Poco a poco, una alfombra de insectos cubrió el suelo de la habitación. En el armario solo quedaban los restos de varios montones de legajos ilegibles. El armario se desmoronó en cuanto intentaron retirarlo para comprobar si había algo detrás de él. Theopano y Karsa inspeccionaron las paredes por si ocultaba algún mecanismo oculto o una puerta secreta, pero la búsqueda fue infructuosa. Mientras tanto, Athenais examinó la última puerta por abrir del claustro, orientada hacia el norte y comunicando probablemente con la iglesia. Uno de los tablones de la parte inferior estaba medio suelto. La ladrona acabó de arrancarlo y pudo ver una roca redondeada al otro lado de la puerta. Probablemente el techo de detrás de esta se había derrumbado y la puerta podría estar bloqueada. Dávide intentó derribarla, pero era cómo intentar echar abajo un trozo de montaña. Aparentemente, los aventureros habían explorado todo el recinto excepto la iglesia. Aparentemente, esta solo era accesible por la grieta por la que Ingwor metió la cabeza hará ya varios días. Se retiraron al claustro a decidir cómo continuar.
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