lunes, 28 de febrero de 2022

Rangers of Shadow Deep, Burning Light - El Patio (Solo)

ATENCIÓN, CONTIENE SPOILERS

 El pasado sábado, Nimus y compañía continuaron la exploración del convento de santa Emilia visitando el patio del edificio, visible a vista de buitre en la siguiente imagen.

Estos bloques me están dando mucho juego

 La partida fue vibrante. La mayoría de los compañeros llegaban tocados de la partida anterior. Había que ir con cuidado, y más jugando en modo desafío.

Nimus y el grupo entrando en el patio

El comité de bienvenida

En cada esquina había un caballero esqueleto

 El foco de la acción se localizó en la zona desde la que el grupo accedió al patio. Nimus y Hansel acabaron con los caballeros esqueletos de las esquinas más próximas y luego dispararon contra el grupo de esqueletos principal mientras este se acercaba al resto del grupo. El azar quiso que los esqueletos solo se reforzaran desde las dos esquinas más lejanas de la salida, con lo que la presión solo les llegó desde delante.

Una buena melé en la entrada del patio

El goteo de enemigos fue constante
 

 La lucha fue continúa y el desgaste severo. Conundruma recibió una herida leve, pero Aurembiaix, el templario, recibió varios ataques que le dejaron con un solo punto de salud. Suerte de Atanur, que gastó sus dos sortilegios de curación para recuperar al templario.

Poco a poco se despejaba el terreno

 El grupo consiguió abrir paso para que Landonna se acercara a la puerta de la caseta de la derecha. Acabó rodeada por dos zombis y por un alma en pena, pero se las arregló para colarse en la caseta y salir por piernas.

Landonna en problemas

No paraban de llegar más y más esqueletos

 A pesar de las dificultades, el grupo logró mantener a raya a los esqueletos, permitiendo que Nimus examinara la estatua. Esta, sostenía en un brazo un decantador, y el otro parecía haber apuntado a la biblioteca, aunque ahora estaba roto y esparcido por el suelo, destrozado aparentemente por alguna monja, según los rastros encontrados. Conundruma aprovechó un momento de calma relativa en el flanco izquierdo para acercarse a la pared del fondo de ese lado y examinar de cerca unos garabatos escritos en la pared. Logró descifrarlos y leer "Lo han movido".

Hansel y Aurembiaix luchan contra un esqueleto

Conundruma investiga la inscripción de la pared

 Landonna se las arregló para correr a la caseta al otro lado del patio, logrando forzar su cerradura. En su interior encontró a un famélico chucho con ganas de ser adoptado. Nimus se acercó en el último suspiro de la partida, y superó la tirada de liderazgo necesaria para que el perro se uniera al grupo.

Landonna rescatando a Pulgas

 Al final, Aurembiaix acabó realmente tocado. Creo que llegó con 2 o 3 puntos de Salud, pero aguantó. En la pospartida recuperó la mitad de los puntos de vida, más 2 por superar una tirada de Supervivencia. El resto de los compañeros está al máximo de salud. Probablemente, la siguiente partida empiece curando a Aurembiaix, es mi única miniatura pegona.

 Por lo demás, varios compañeros ganaron experiencia (Aurembiaix ya tiene combate 5) y Nimus llegó a nivel 7. Creo que continuaré por el Herbolario.

Con Pulgas ¡ya son siete en el grupo!







domingo, 27 de febrero de 2022

Ochre Jelly, DIY

 Hace unos días usé la pistola de cola caliente para unir unas cosas que pronto subiré al blog. Recordé que necesitaba un ochre jelly para otro proyecto que tengo en mente, así que dejé la pistola goteando hasta conseguir esto, que pintado queda así


 

lunes, 21 de febrero de 2022

Rangers of Shadow Deep, Burning Light - Entrada Principal (Solo)

 No veas. Menuda partida.

 He subido el nivel de dificultad en mi campaña en solitario para jugar al mismo nivel que con los amigos del Stas Tarat, pero aquí solo tengo un ranger con 5 compañeros, en lugar de 4 rangers más 3 camaradas. Ha sido una partida realmente emocionante.

Nimus & Cia.

 Sin revelar el argumento de la campaña, mi grupo ha acabado entrando en las ruinas de un monasterio dedicado a Santa Helena en pleno Shadow Deep. Tenían varias posibilidades por dónde entrar en el recinto, pero decidieron hacerlo por la puerta principal.

La ruinosa entrada del monasterio de Santa Helena

 Ahí dentro encontraron un criadero de gules y zombis, al parecer liderados por dos ogros. Al principio todo parecía controlado. En el primer turno cayeron los dos gules más cercanos, pero en unos instantes la situación se volvió un atolladero.

Al final del 2º turno, ya con 2 ogros a la vista

 Los gules y los ogros sacaron tres 20s naturales y un 19 en varias tiradas de cuerpo a cuerpo casi conscutivas, cargándose en solo tres turnos a Conundruma (arcanista), Aurembiaix (templario) y a Atanur (nuevo fichaje, sanador). También dejaron a Landonna (ladrona) con 3 puntos de vida y a Hansel (cazador) con 5. Todo esto de un solo golpe a cada uno. El sanador no tuvo ni la oportunidad de estrenarse. Además, por la aparición de ciertos eventos, en dos turnos perdí todas las acciones excepto las de una miniatura en solo uno de esos turnos.

El combate fue desastroso...

Aurembiaix también cayó de un solo golpe

Nimus no recibió ni un rasguño

Atanur cayó de un picotazo de buitre, otro 20

Sufriendo hasta el fin de la partida

 Al final, en los dos últimos turnos, cuando los sobrevivientes se desembarazaron del último ogro, pudieron abandonar la zona de la entrada en la que se habían replegado. Corrieron hacia el marcador de tesoros y hacia dos de los de pista. En uno de estos encontraron la siguiente pista (ATENCIÓN, SPOILER, selecciona con el ratón entre las dos comillas para leerlo):

"Registrando el cadáver de un mensajero real de Lorenthia, encuentro una carta bañada en su sangre en la que al final se llega a leer "...lo hemos enterrado en tierra blanda...""

 Al acabar la partida tuve mucha suerte. Los tres caídos en combate se recuperaron del todo, con lo que Atanurl pudo lanzar sus dos curaciones. En el tesoro encontraron un anillo con un sortilegio de curación que fue usado de inmediato. Las tiradas de supervivencia/curación también fueron todas bien. Fue como si el destino hubiese compensado la potra del dado de los malos. Lo importante es que el grupo empezará el siguiente escenario solo levemente herido, nada que ver con su estado antes de la fase entre partidas.

En lápiz la salud final de los héroes

 Hansel y Conundruma han ganado su segunda subida, (+1 a Disparo y a Combate respectivamente). Nimus, el ranger, se ha quedado a un solo punto de alcanzar el nivel 7, ya es mala pata.

¿En serio?

 Una partida realmente emocionante, de verdad. Continuaré explorando el claustro del monasterio.

domingo, 20 de febrero de 2022

Rangers of Shadow Deep, Burning Light - El Claustro (Cooperativo)

 El viernes pasado continué con los amigotes del Stas Tarat la campaña Burning Light, la que viene en el reglamento principal de Rangers of Shadow Deep.

 Pese a acabar mejor de lo que empezamos (todos acabamos curados y hemos reclutado a un nuevo compañero, un perro que rescatamos en una cabaña), la partida ha tenido algún momento crítico durante el que hizo equilibrios entre el éxito y el desastre. Mi personaje, Panimel llegó a los 5 puntos de salud, y Edward, el tanque, diría que incluso llegó a estar más tocado. Sin embargo, los magos del grupo, Panimel y el explorador de Nacho (no recuerdo el nombre) pueden llegar a curar hasta 16 puntos de vida entre ambos, y además encontramos una poción de curación. Así que llegamos a curar 21 puntos de vida en una sola partida.

 Otro gallo cantaría sin tanto curandero rondando por el convento de Santa Emilia.

 Ahí van varias fotos de la partida.













jueves, 17 de febrero de 2022

Male Cleric of Boron, DSA 15021, de Das Schwarze Auge

 Mientras se secaba la pasta de la peana de otra mini, aproveché para pintar rápidamente este clérigo de DSA. Básicamente, lavado y pincel seco. Directo para la mesa.



miércoles, 16 de febrero de 2022

Bugbear de Knightmare Miniatures (II)

 Otro bugbear pintado. Como siempre, las miniaturas esculpidas por Kev Adams derrochando personalidad. Quedan 6 más por pintar.



martes, 15 de febrero de 2022

Rangers of Shadow Deep, varios

 El viernes pasado echamos en el Stas Tarat dos partidas de Rangers of Shadowdeep. Los "nuevos" iniciaron la toma de Tor Varden mientras que los "abuelos" empezamos la primera partida de Burning Light, entrando por la puerta principal del convento. Las fotos no fueron muy buenas, pero subo una en la que se puede respirar el ambiente. En breve jugaré esa misma partida en casa y ya subiré mejores fotos.



jueves, 10 de febrero de 2022

martes, 8 de febrero de 2022

Rol en Solitario: B12 El Monasterio del Dragón Dormido (IX)

 Conclusiones

 La principal conclusión es que he podido jugar un módulo prediseñado y además me lo he pasado bien. Cabe decir que el módulo era muy sencillito y esto ha facilitado el poder añadir la capa del Mythic GME. Además he jugado más o menos cuando he querido, empleando un par de horas después de cenar, o un rato por la tarde para explorar una sala, pero siempre he jugado a mi ritmo. La partida se ha alargado varias jornadas debido a todo lo que he escrito, pero no siempre tiene que ser así. En esta ocasión me ha funcionado el sistema de leer solo la introducción y luego las zonas que iba explorando, a veces tapando parte del texto para no anticiparme a los acontecimientos, aunque en algún momento he tenido que leer parte de la descripción de la siguiente sala, como p.e. cuando Ingwor metió la cabeza en la grieta que daba a la iglesia y observó parte del refugio del dragón.

 Por otra parte, tengo que mejorar el uso del Mythic GME y del UNE. A ver, esta ha sido la primera partida y sobretodo tenía ganas de jugar. Objetivo cumplido, pero tengo que aprender a explotar las herramientas para jugar en solitario. También me tengo que acordar de hacer las tiradas al inicio de la escena de Mythic para ver si esta se altera o cambia por completo, me he olvidado de la mayoría de ellas.

 Creo también que en futuras ocasiones no novelizaré la partida. Me lo he pasado muy bien escribiendo, pero ya hay otros blogs y recursos de literatura amateur. Aunque por otra parte, he disfrutado mucho escribiendo los acontecimientos, y esto me ha ayudado enormemente a visualizar la aventura. Tal vez me centre en el blog en las mecánicas que uso y cuelgue en paralelo el diario de la partida. No sé, ya veremos.

 Por último, decir que todos los personajes rondan los 400 puntos de experiencia y las 300 monedas de oro, y que ahora decidirán qué rumbo seguir. También se verá si el grupo vuelve a contratar a Andreas, que ganó 170 px y 161 monedas de oro, 1 de electrum, 4 de plata y 2 de cobre.



 

lunes, 7 de febrero de 2022

Rol en Solitario: B12 El Monasterio del Dragón Dormido (VIII)

VIENE DE AQUÍ


Escena 9 – El dragón dormido

Caos inicial: 5 (ha subido uno)

Lugar: el monasterio

Personajes: Monjes mendicantes, Aralic, Anastasia Atrapes, orcos asaltantes, rata gigante, dragón?, Andreas Prinkips, Skar y Brirgihn (hombres rata)

Hilos: Recuperar el tesoro del monasterio

Fyrmont, Tserdain 10, tarde, cielo cubierto, 20, día húmedo


Tras debatirlo en el claustro, los aventureros decidieron buscar algún tipo de pasadizo secreto que comunicara la iglesia con el resto del recinto. Si no encontraban nada, no tendrían más remedio que colarse por la grieta de Ingwor (así empezaron a llamarla). Sin embargo, antes quisieron informar a los hombres rata del destino de su compinche. Estos vieron con sus propios ojos lo que había pasado, y agradeciendo a los aventureros por el trabajo, se despidieron con prisas aludiendo a una urgente necesidad de regresar a su madriguera. Sebo y Karsa se cerraron la salida del scriptorium, y un par de frases en tono alto de Dávide cambiaron el curso del trato llevándolo de nuevo por buenos derroteros. Los hombres rata desembucharon las 100 monedas que habían prometido y desaparecieron del monasterio apresuradamente.

Iniciaron el registro. Dedicaron unas dos horas en inspeccionar palmo a palmo todo el mandatum, el armarium y la pared norte del scriptorium, pero la búsqueda fue inútil. Aunque el sol ya estaba bajo, todavía faltaban un par de horas para la llegada de la noche, con lo que se dirigieron a la grieta de Ingwor. Athenais escaló hasta la zona alta de los escombros que taponaban el acceso a la iglesia. Esperó unos minutos tratando captar algún sonido, pero no escuchó nada. Metió la cabeza. La sala del coro estaba oscura, pero más allá, a la derecha a media altura de la nave principal, un gran agujero en el techo permitía la entrada atenuada de la luz del largo atardecer estival, cayendo como una cascada anaranjada sobre un enorme dragón dormido. Athenais tragó saliva y sacó la cabeza del agujero, empapada de sudor por el calor de la iglesia, la humedad y el miedo.

Descendió intentando controlar la respiración. Hizo señales a sus compañeros para que la siguieran hacia el exterior en la entrada principal. Ahí les explicó lo que había visto. Así que el dragón no era un mito. Hasta ese momento habían tenido la esperanza de que todo fuera algún tipo de patraña y que la amenaza fuera de otro tipo. Pero ahí lo tenían. Todo un dragón adulto durmiendo plácidamente a escasos metros de dónde se encontraban. Las leyendas decían que el sueño de los dragones podía alargarse durante meses. También decían que dormían con lo ojos abiertos y los sentidos en alerta para detectar a los ladrones de su tesoro, pero este no había dado señales de despertar, a pesar del ruido causado durante la exploración. ¿Podía ser que hubiera caído en un sueño especialmente profundo? ¿Y si estaba sordo? Entrar era muy arriesgado, pero la oportunidad de hacerse con el tesoro de un dragón dormido era de las de una vez en la vida. Además estaba también el tesoro de los monjes. Athenais decidió colarse y acercarse al dragón. Si no se despertaba, haría una señal para que el resto también entrara. Especialmente necesitaba la presencia de Helena y de su magia para abrir el portal supuestamente sellado mediante el pergamino del abad. Tal vez la sabiduría de Karsa también fuera de utilidad.

Así que encendieron varias antorchas y volvieron a la grieta de Ingwor. Athenais metió primero el brazo de la antorcha y luego pasó el resto del cuerpo. Iluminada por la tea, pudo descender al otro lado de la montaña de escombros. La ladrona se movió deslizándose como una sombra (17 en la tirada de movimiento silencioso, tenía solo un 20%). A medida que avanzaba, la luz de la antorcha transformó lo que parecía un bulto en el suelo en un cadáver ataviado con los restos chamuscados de un sayo. ¿Sería el cuerpo del abad? A su alrededor había todo tipo de huesos desparramados entre los bancos rotos, y todo estaba manchado de tizne y sangre seca. Unas escaleras de ébano ascendían quebradas hacia el coro superior, enmarcando al dragón durmiente iluminado por la luz anaranjada del atardecer. Sus ojos seguían cerrados, y su cuerpo, como el fuelle de un titán, se inflaba y se vaciaba con regularidad. Athenais avanzó sigilosamente por la pared norte hasta situarse al lado del dragón. Más allá de él, alcanzaba a ver el altar de la iglesia, varias tumbas de mármol, y una puerta orientada hacia el sur, hacia la pared del armario de las polillas o la del scriptorium. Con la mano libre hizo una señal para que entraran Helena y Karsa, que se había quitado la cota de mallas para moverse con más agilidad. Solo llevaban la mochila, un arma enfundada, y una antorcha cada uno. Helena también llevaba su grimorio con los pergaminos.

El descenso de la pareja fue desastroso. Varias rocas cayeron rodando cuando no habían dado más que los primeros pasos. Las rocas provocaron una pequeña avalancha de poco recorrido, pero de gran sonoridad debido a la reverberación de la iglesia. Durante unos segundos no hubo un solo pestañeo. Todo dejó de existir por unos momentos, excepto el sonoro retumbar de las rocas rebotando en las paredes de la colegiata, y la presencia amenazante del dragón dormido. Volvieron a pestañear al sentir que el eco abandonaba el templo por el agujero del tejado, camino hacia un cielo de color púrpura en el que ya brillaba alguna constelación. El dragón detuvo la respiración. Su cuerpo se estiró y se abrieron unas alas. La cola dio dos rápidos latigazos, y la bestia cambió de lado mientras cerraba las alas emitiendo un ardiente bufido. De nuevo la calma.

El sudor empapaba a los tres, paralizados por la tensión y soportando el calor que emitía el dragón. Cuando el ritmo de sus latidos volvió a la normalidad, decidieron esperar todavía un poco más. Athenais, a escasos metros del dragón, apareció de detrás de la columna tras la que se había ocultado y volvió a hacer señas a los otros para que se movieran. La maga y el sacerdote dejaron atrás el derrumbe y continuaron su avance extremando las precauciones. Hubo un momento en que la tensión de andar en silencio hizo que Karsa perdiera el equilibrio, y buscó instintivamente algo en lo que apoyarse para no dar con su cuerpo en el suelo. Quiso el destino que su mano fuera a dar con la escalera de ébano, que emitió un crujido de inmediato. Helena y Atehnais se giraron en dirección al clérigo. Inmóvil, blanco como la luna, Karsa miraba sudando hacia el coro superior. Otro crujido, esta vez más fuerte, seguido de varios más que empezaron a levantar nubes de polvo alrededor del ala derecha del coro encima de él. Con un chasquido lastimero, la estructura se vino abajo, levantando una gran nube de hollín y ensordeciendo a los ladrones. Al resto del grupo se les heló la sangre.

Athenais se ocultó rápidamente detrás de la columna. Karsa pudo apartarse en el último momento del desprendimiento, pero quedó separado de las dos mujeres al menos por la nube de hollín. Helena no tuvo tanta suerte, y el coro cayó de lleno sobre ella. Athenais estaba paralizada por el terror. Daba a sus nuevos amigos por muertos, y estaba encerrada con un dragón que indudablemente se iba a despertar con la cena servida. La antorcha de Helena no se había apagado. Gracias a ella, Athenais pudo ver cómo la sombra del dragón se erguía como mirando hacia el agujero del tejado, volvía a abrir las alas y, emitiendo un bufido en llamas hacia el cielo, rugía unas lastimeras palabras en un idioma desconocido para ella. Inmediatamente, la sombra volvió hacia el suelo y se hizo de nuevo el silencio. Los minutos parecieron horas. La antorcha de Helena se extinguió, y la única luz era ahora la de la tea de Athenais. Al rato se oyó un quejido, y algo que se arrastraba. Athenais se atrevió a mirar desde detrás de la columna. El dragón seguía durmiendo, apoyando la enorme cabeza en una de las columnas del templo. Más allá, Helena se arrastraba alejándose de la zona del derrumbe (perdió 4 de 5 pv), ayudada por Karsa. Athenais rodeó al dragón hasta llegar a la pared sur con sus compañeros, y se alejaron juntos hacia la puerta que habían visto les parecía hacía una eternidad. A la antorcha le quedaba poca vida, pero no les costó encontrar varias velas y candelabros, con lo que ese rincón de la iglesia quedó medianamente iluminado. La puerta era de roca viva, no tenía pomo y estaba perfectamente ajustada a su marco. Sobre ella, había seis superficies de piedra lisa con unas líneas horizontales en la parte inferior. La maga las identificó como el sello de cierre mágico que estaban buscando, aunque todavía desconocía el significado de las letras de los pergaminos. Helena recurrió a su magia. El único sortilegio que conocía, Leer Lenguajes, le permitía entender cualquier tipo de idioma escrito. pero también descifrar códigos. Susurró la fórmula mágica. Inmediatamente, todo cobró sentido. Las letras de los pergaminos se movieron en su mente formando una extraña palabra que adquiría significado. “EUREKA”, una palabra de un idioma extinto hace siglos, cuyo significado se traducía por algo similar a “lo encontré” [Evidentemente, yo ya sabía que la palabra era Eureka, faltaría más, pero lanzar el sortilegio me pareció una manera elegante para que mis PJs descifraran el secreto de cómo romper el sello. Además, no se podrá decir que la maga no hizo magia durante la partida]. Helena susurró la palabra delante de la puerta de piedra, y esta se desvaneció.

La sala era una pequeña sacristía dónde efectivamente se guardó el tesoro del monasterio. Un gran baúl contenía varias hermosas piezas de orfebrería, una bolsa de terciopelo con forro de seda, piezas de ropa de excelente factura, el retrato de una inmortal y una cubertería de oro de 12 piezas. Una lujosa caja forrada de tul azul oscuro contenía un valiosísimo collar de cristales de roca. Debajo de las cajas había una pila de lujosas vestimentas ceremoniales y otros brillantes accesorios sacros. Apoyada en la pared, encontraron una rara ballesta de repetición, y cerca de ella dos dagas de plata con adornos de color verde en la empuñadura. También había una hermosa estatuilla de jade amarillo representando a un perro, y un saco de cuero que contenía monedas por un valor total superior a las 150 monedas de oro, acompañadas de dos turquesas, cuatro peridotos y cinco hematíes. Athenais preparó los fardos, envolviendo con las vestimentas los objetos del tesoro que más ruido podían hacer al chocar unos con otros. Llenaron con el tesoro envuelto tanto los sacos que traían en las mochilas, como estas. Karsa y Atehnais cargaron con el baúl caminando de puntillas. Helena hizo lo mismo con el saco menos pesado, con las dagas de plata sujetas al cinto. La vuelta a la grieta de Ingwor tuvo algún sobresalto, pero esta vez nada hizo que el dragón abandonara su profundo sueño. En la grieta les esperaban sus compañeros, quienes celebraron con silenciados vítores volver a verles y acabando con la incertidumbre en la que se lamentaban desde el estrépito del coro superior. Los tres ladrones hicieron una cadena para sacar el tesoro de la iglesia. Por último, cruzaron la grieta dejando atrás el gran baúl y al dragón inmerso en su profundo sueño. Acamparon en el mismo lugar dónde lo hicieron unas noche antes, haciendo guardias dobles temerosos de que los hombres rata todavía andasen por el lugar.

El amanecer llegó sin novedades. El grupo partió hacia Stallanford, dónde fueron recibidos con alegría y sobretodo sorpresa. Alguien llamó a los monjes, que no tardaron en llegar a la plaza dónde se había reunido una multitud en torno a los aventureros. Los monjes besaron repetidamente a los héroes, agradeciéndoles fervientemente por el éxito de su gesta. Los monjes explicaron que con el tesoro recuperado fundarían una nueva abadía en otro lugar, y recompensaron al grupo con 2000 monedas de oro. Sin haber negociado una cantidad exacta, los aventureros aceptaron las monedas de buena gana. Habían entrado en el cubil de un dragón, y habían salido con vida. Todo lo demás era banal. Ese día había que celebrar la vida. La fiesta duró hasta la madrugada.

El plano del monasterio, desvelado

CONCLUSIONES


domingo, 6 de febrero de 2022

Rol en Solitario: B12 El Monasterio del Dragón Dormido (VII)

VIENE DE AQUÍ

Escena 8– Retorno al Monasterio

 Caos inicial: 4

 Lugar: el monasterio

 Personajes: Monjes mendicantes, Aralic, Anastasia Atrapes, orcos asaltantes, rata gigante, dragón?, Andreas Prinkips

 Hilos: Recuperar el tesoro del monasterio

 Fyrmont, Tserdain 10, mañana, cielo cubierto, 17, llovizna

 Después de una incómoda marcha matutina por suelo embarrado, el grupo llegó al monasterio al mediodía. Llenaron el buche en una zona resguardada de la fina lluvia y reprendieron la exploración poco rato después. Decidieron explorar la puerta del sur que todavía faltaba por abrir, presumiendo que solo se podría acceder desde el exterior.

 Con la experiencia acumulada de los últimos días, el grupo decidió ser especialmente precavidos y se prepararon para lo peor. Primero, Athenais examinó la puerta sin encontrar trampa alguna. Hecho lo anterior, se escondió con Sebo en la sala de al lado, en la sombra tras el umbral de la puerta. Theopano se preparó con el arco a una distancia cómoda para disparar un par de flechas. Karsa, Helena y Andreas se ocultaron tras la esquina más cercana a la puerta. Dávide tenía que abrir la puerta y retroceder dejando espacio para las flechas y para que el resto atacara por delante y por detrás al horror que saliera de la puerta.

Preparando la emboscada

 Y eso hizo Dávide, pero unos segundos después de abrir, de la puerta salieron tranquilamente dos figuras mitad hombre, mitad rata. Se presentaron como Skar y Brirgihn, y preguntaron a Dávide por su nombre y propósito. Al ver que las intenciones de la pareja no parecían maliciosas, el resto del grupo abandonó sus escondites, todavía armas en mano. Los hombres rata pidieron calma y explicaron que no buscaban problemas. Explicaron que hacía dos días, estando en Stallonford en su forma humana, escucharon que un grupo de aventureros llevaba varios días limpiando el monasterio. Nadie auguraba que retornaran con vida, así que los dos y otro compinche pensaron en seguir los pasos de la expedición para saquear sus restos. Como era de imaginar, no solo no encontraron los restos de la expedición, si no que en el patio del claustro se acobardaron al escuchar numerosos aullidos y risotadas de hienas, y asustados por la presencia de gnolls, huyeron despavoridos. Ellos dos acabaron escondiéndose en esa habitación, que resultó ser una cocina, pero su compinche corrió en otra dirección. Se encontraban aquí recuperando la confianza como para volver a entrar en el claustro en su búsqueda. Sebo, Dávide y Helena se sentían cómodos ante la presencia de esas traicioneras criaturas, pero mejor vale amigo que enemigo, y decidieron seguirles el juego, al menos de momento. Los licántropos permitieron que Athenais y Theopano registraran la cocina en busca de alguna pista, y bajo una de las mesas encontraron pegado el sexto y último pergamino. En él estaba escrita la letra “A”. Ya tenían todas las letras “K”, “E”, “R”, “A”, “E”, “U”, pero seguían sin encontrar ningún sentido al mensaje, si es que había alguno. [En realidad cometí un error al apuntar las letras cambiando la "U" por una segunda "R". No entendía qué palabra se escondía en las seis letras. Pensé en la similitud con la palabra definitiva, pero claro, de momento no salía].

 Tras comentarlo con el resto, Karsa explicó a los hombres rata que efectivamente la intención del grupo era la de liberar el monasterio de sus actuales ocupantes, y que estaban dispuestos a compartir la recompensa con los hombres rata si estos unían sus fuerzas a la causa. Estos rechazaron inmediatamente la propuesta, pero estuvieron dispuestos a negociar una recompensa si los aventureros encontraban a su compinche. Karsa puso su precio, 100 monedas de oro por encontrar al hombre rata desaparecido. Sus socios aceptaron [15% o menos en Mythic, y salió]. Así que, sin más dilatación se despidieron con la promesa de volver a visitar a los hombres rata, o en la cocina, o en las inmediaciones del camino cerca del inicio de la colina, cerca de la zona boscosa dónde el grupo acampó unas noches antes.

 Con el trato cerrado, los aventureros volvieron al claustro, dedicando unos minutos para recordar a Antígonos y a Ingwor delante de la tumba de este. Luego decidieron explorar las otras puertas que daban al patio. Continuaron por la del sudeste, la que quedaba entre el calefactorio y la sala de la capilla. No encontraron señal de la serpiente de cascabel que se escapó durante la última refriega, aunque optaron por no abrir la puerta de la capilla. La colonia de murciélagos continuaba durmiendo en su oscuro refugio. Athenais inspeccionó la puerta y tuvo la certeza de que era segura.

 Sebo abrió la puerta. La luz entró desde el patio uniéndose a la que se filtraba por tres ventanas, iluminando el scriptorium del monasterio. Alguno de los pupitres todavía aguantaba en pie, tullido y rodeado de otros muebles destrozados y de papiros medio chamuscados. Al fondo de la sala había otra puerta orientada hacia el sur. El grupo empezó a husmear la sala, pero en seguida se abrió la puerta del sur. De ella salieron dos gnolls aullando y lanzando al aire tantas babas como estocadas. Sebo y Dávide tuvieron la precaución de situarse en el extremo sur de la sala, pero justo en la esquina a la derecha de la puerta, Helena estaba inspeccionando los restos de unos libros quemados. El resto del grupo estaba situado a poca distancia de la puerta por la que entraron al scriptorium. La maga fuer rápida y se escabulló con agilidad tras la seguridad de los guerreros, pero los gnolls fueron más rápidos que el resto y ambos lanzaron sus golpes contra Sebo, que los desvió como pudo con el escudo. Sebo devolvió el golpe, rozando con la espada a uno de ellos (2 pv). El otro gnoll esquivó el mandoble de Dávide y logró atravesar su cota de bandas en la contra (2 pv). Justo al lado, Sebo logró romper la guardia de su rival, que murió empalado en la espada del guerrero (8 pv). El resto de los luchadores alcanzó a la melé rodeando al último gnoll, que decidió luchar hasta la muerte, momento que llegó en el tercer asalto del combate.

Lucha en el scriptorium

 Mientras Dávide vendaba su herida, Athenais registró a los gnolls. Entre ambos llevaban 11 monedas de electrum. De momento decidieron que las guardaria Athenais como bote común. La habitación desde la que habían entrado los gnolls estaba hecha una pocilga. Contenía los restos de las celdas de los monjes, y las mantas raídas se mezclaban con todo tipo de excrementos y restos de comida en descomposición. Lo peor era la visión del hombre rata desaparecido, ahora un fantoche inerte amoratado, ejemplo de la crueldad propia de la raza de los hombres hienas. [Todo lo anterior lo he resuelto con el Mythic GME. Tanto en esta sala como en el scriptorium le he preguntado si aquí se encontraba el hombre rata. También le he preguntado si estaba vivo]. La habitación tenía una puerta orientada hacia al sur, esta vez abierta hacia una zona en sombras [También resuelto por Mythic GME]. Debido al reducido tamaño de la habitación de las celdas, solo entraron Athenais, Sebo y Theopano, alzando este último la linterna de Helena. El resto esperaba pendiente en el scriptorium. La sala oscura era en realidad los baños de los monjes, y contenía varias bañeras, una cisterna y letrinas. En medio del suelo se veían esparcidos los restos mortales de un ciempiés gigante, probablemente los gnolls habían acabado con él hacía relativamente poco.

 Los aventureros tenían trabajo pendiente, así que continuaron con el registro de esa ala del monasterio. Lo único que encontraron digno de mencionar, fue un grimorio que contenía varios sortilegios. Helena dio buena cuenta de él, guardándolo en la mochila para una futura lectura.

 Ya llevaban dos horas de exploración, pero decidieron continuar investigando las dos puertas restantes del claustro. La primera estaba en la pared este, justo por encima de la habitación que habían colonizado los murciélagos.

 Athenais no encontró nada en particular en la puerta, así que Sebo hizo los honores abriéndola. Antes de que se abriera por completo, corretearon entre sus pies una docena de ratas negras en plena huida. En la minúscula sala solo había un gran armario en la pared del fondo, que quedó inmediatamente cubierto cuando varios centenares de pequeñas polillas alzaron de él el vuelo, impidiendo por completo la visión en la pequeña habitación. Athenais encendió dos antorchas y entró con ellas con la boca cubierta por un pañuelo. Poco a poco, una alfombra de insectos cubrió el suelo de la habitación. En el armario solo quedaban los restos de varios montones de legajos ilegibles. El armario se desmoronó en cuanto intentaron retirarlo para comprobar si había algo detrás de él. Theopano y Karsa inspeccionaron las paredes por si ocultaba algún mecanismo oculto o una puerta secreta, pero la búsqueda fue infructuosa. Mientras tanto, Athenais examinó la última puerta por abrir del claustro, orientada hacia el norte y comunicando probablemente con la iglesia. Uno de los tablones de la parte inferior estaba medio suelto. La ladrona acabó de arrancarlo y pudo ver una roca redondeada al otro lado de la puerta. Probablemente el techo de detrás de esta se había derrumbado y la puerta podría estar bloqueada. Dávide intentó derribarla, pero era cómo intentar echar abajo un trozo de montaña. Aparentemente, los aventureros habían explorado todo el recinto excepto la iglesia. Aparentemente, esta solo era accesible por la grieta por la que Ingwor metió la cabeza hará ya varios días. Se retiraron al claustro a decidir cómo continuar.

CONTINÚA AQUÍ

sábado, 5 de febrero de 2022

Rol en Solitario: B12 El Monasterio del Dragón Dormido (VI)

 VIENE DE AQUÍ



Escena 7 - Recuperando fuerzas en Stallanford

 Caos inicial: 4

 Lugar: Stallanford

 Personajes: Monjes mendicantes, Aralic, Anastasia Atrapes, orcos asaltantes, rata gigante, dragón?

 Hilos: Recuperar el tesoro del monasterio


  Fyrmont, Gromdain 9, mañana, cielo despejado 22º

 El grupo pasó la moche en The Hungry Halfling y se tomó el día de descanso. Karsa dio poco más que un paseo y acabó recuperándose de sus heridas. El resto, poco más hicieron que visitar la taberna, dónde colgaron dos carteles. El primero en busca de nuevos miembros permanentes para el grupo, y el segundo pagando por mercenarios mercenarios. Como les acompañaba una desmerecida fama de tacaños, acompañaron el último letrero de la apetitosa oferta de 9 monedas de oro en mano, otra por día de expedición, y la mitad de una parte del botín encontrado. Un hosco thyatiano, de paso hacia Duke’s Road Keep, falto de monedas aceptó el trato. Vestía cota de mallas y estaba equipado con una lanza y un escudo. Suficiente para la que buscaban.

Andreas Prinkips

Humano, mezcla traladar/thyatiano, Guerrero N1, Neutral

FUE 15, DES 11, CON 12, INT 9, SAB 10, CAR 6.

CA: 5 (4) HP: 6

MV: 18/90/30

 Andreas tiene la cara delgada. Su pelo es rizado y castaño, y sus ojos son del color del ambar. Por algún motivo oculto, está empeñado en exterminar a la raza de los ogros.

 Por otra parte, la llamada a filas dio sus frutos. Una ladrona thyatiana de tez oscura, Athenais Mouzakios, de Specularum, y una mole traladarana del propio Stallonford, Dávide Rodenos, decidieron probar suerte uníendose al grupo de aventureros con todas sus consecuencias. Ambos estaban pobremente equipados, con lo que aceptaron un préstamo para comprar el equipo y las vituallas que les faltaban. La ladrona se descubrió como toda una especialista con el cubilete y las cartas, y el guerrero traladarano imponía con su abultado aspecto y el mandoble que llevaba a su espalda.

 Con todos los miembros del grupo reequipados, pasaron la tarde vaciando sus bolsillos mientras se llenaban los de Athenais jugando a las apuestas, bebieron cerveza, y se prepararon para partir hacia el monasterio al salir el sol.

 

CONTINÚA AQUÍ

Rol en Solitario: B12 El Monasterio del Dragón Dormido (V)

 VIENE DE ESTA PUBLICACIÓN

Escena 6 – Explorando el Monasterio (III)

 Caos inicial: 4 (ha bajado uno respecto al caos anterior)

 Lugar: interior del monasterio

 Personajes: Monjes mendicantes, Aralic, Anastasia Atrapes, orcos asaltantes, rata gigante, dragón?

 Hilos: Recuperar el tesoro del monasterio

 Fyrmont, Soladain 8, mañana, cielo despejado, 19º, brisa ligera.


 Al amanecer, Theopano despierta al resto y parte en busca de agua. Los odres están medio vacíos, y si no encuentran agua tendrán que descender a las inmediaciones del río Hillfollow. El resto prepara el desayuno y se organiza para la exploración, ya sea orando a sus inmortales, estudiando de su grimorio, o reclamando la paga diaria. Dos horas después, el explorador vuelve con las manos vacías. Con algo de suerte, hoy encontrarán el pozo del monasterio.

 

 Sobre las 8 de la mañana, el grupo entra de nuevo en el monasterio por la puerta orientada al sur. Un examen rápido confirmó que la zona explorada no se había alterado. El grupo se dirigió al repartidor cuadrado y Anastasia inspeccionó sin novedad la puerta que quedaba por abrir, orientada hacia el interior del recinto. Tampoco escucharon sonido alguno en las inmediaciones, con lo que Sebo se encargó, una vez más, de abrir la puerta, con Theopano al lado con el arco tensado, y Helena iluminando con la lámpara justo detrás.

 Al abrir la oxidada puerta, la luz y el aire del exterior invadieron el repartidor. La puerta daba al caminadero porticado que rodeaba el patio del claustro del monasterio. Sebo y Theopano realizan una primera inspección visual desde el umbral de la puerta. El patio estaba asilvestrado, y las únicas plantas que se podían ver eran y dos arbustos florecidos de unos dos metros de envergadura. Todavía se erguían los esqueletos de varios arbolillos quemados. El centro del patio estaba dominado por la estatua de un monje orientada hacia una fuente unos metros hacia el sur. ¿Brotará agua todavía? Varias puertas rodeaban el claustro en las paredes del sur, este y norte, justo al otro lado del patio. En el centro de la pared del este se abrí un oscuro corredor.

El claustro y las herramientas que uso para la partida

  Sebo se adelantó con cautela. Pocos pasos más allá del umbral, los 2 arbustos del patio empezaron a sacudirse como si quisieran echar a andar. Con un movimiento inesperado, el más cercano a Sebo se inclinó como si tratase de una catapulta y se disparó en dirección al guerrero, bañándole en una lluvia de agujas que rebotaron en su armadura. Los dos arbustos se desarraigaron arrastrando las raíces con lentitud, acercándose poco a poco hacia Sebo. Este reaccionó saltando sobre el murete de una de las ventanas del claustro y lanzó una estocada lateral contra el extraño arbusto asesino (posteriormente fue identificado como una planta carnívora llamada arbusto arquero). El resto de los aventureros entraron para ayudar a Sebo. Karsa e Ingwor imitaron al guerrero atacando desde lo alto del murete, mientras Theopano arrastraba a Anastasia hasta la entrada sur del patio. Desde aquí tenían un buen disparo hacia segundo arbusto, situado en la esquina opuesta del recinto. Helena se refugió tras el murete, cerca de los guerreros. El primer arbusto arremet contra Karsa, derribándolo en el lado del patio más allá del murete, pero no impidió que el clérigo descargara su maza contra la planta. Ingwor y Sebo remataron al vegetal, que ca inerte en una especie de charco de gelatina verdigrís. La otra planta avanzaba con lentitud y sin disparar sus agujas, a pesar de estar cargado de ellas. Probablemente el alcance de este ataque fuera muy corto. Theopano, Anastasia, e Ingwor lo acribillaron a distancia, volvió la calma al claustro.

Cualquiera se fía de un arbusto si tiene esa pinta...

 Helena y Theopano examinaron la fuente, cuyo caño llevaba mucho sin saber lo que era el agua. Sin embargo, en su interior vieron un pergamino enrollado. Helena pudo sacarlo aprovechando su delgadez. Contenía la letra “R”, y lo guardo junto los otros dos en su grimorio. Karsa inspeccionó la estatua. Representaba a un monje maduro, pero ni lo reconoció ni encontró nada más a destacar. Sebo e Ingwor inspeccionaron el caminador del claustro, pero solo encontraron escombros y telarañas. Anastasia buscó trampas en la esquina del sudeste, justo delante tres de las puertas, pero tampoco encontró nada. Luego examinó concienzudamente la puerta del sur. Nada la hacía pasar por peligrosa, y tampoco se escuchaba ruido alguno detrás de ella, así que Sebo la abrió.

 La habitación antes había sido el refectorio interior del monasterio, seguramente destinado al uso de los monjes, pero ahora era una perrera. Literalmente. Cinco canes asalvajados en el fondo del comedor saltaron como diablos tal como se abrió la puerta, atacando a Sebo y a Theopano. Estos, sorprendidos, con suerte pudieron cubrirse con el escudo. Sebo devolvió el golpe partiendo en dos a uno de los canes, y Theopano también se deshizo del suyo, cediendo la primera línea a Karsa. Los otros perros saltaron sobre los cadáveres con más éxito que sus predecesores, Sebo se llevó una fea mordedura (4 pv dejándole con 3) y Karsa también recibió un mordisco (2 pv dejándole con 2). Había poco margen de maniobra, estaban apelotonados en el umbral de la puerta. Sebo acabó con otro de los rabiosos perros y logró retirarse, cediendo espacio a Ingwor. Karsa también logró zafarse del perro que le amenazaba, dando paso a Theopano. Los perros volvieron al ataque, pero el explorador y el elfo se defendieron bien, siendo la contra letal para los canes. ¡Perros del diablo! ¡Haría semanas que no comían para atacar con tal ansia!

 

La lucha con los perros fue más dura de lo esperado

 A pesar de lo temprano de la mañana, el grupo estaba bastante tocado. Helena administró la última poción de curación de los monjes para que Sebo se recuperara de sus heridas, sanándose por completo. Tras retirar los cadáveres de los perros, Anastasia primero y luego el resto entraron a examinar el refectorio. Bajo una mesa encontraron otro pergamino, este marcado con una “A”. Helena sacó los otros tres y los comparó. “K”, “E”, “R” y “A”. De momento, las letras no les dijeron nada.

 Con los cuatro pergaminos en el interior del grimorio de Helena, continuaron con la exploración. Antes de abrir más puertas, decidieron examinar el pórtico de la pared este, desprovisto de puerta. Forzando un poco a Anastasia, esta se acerco de puntillas hasta llegar a asomar la cabeza por el pilar de la puerta, mientras el resto se agazapaba detrás de ella tras el murete del patio del claustro. La sala no tenía ventanas, y tan solo se filtraba la poca luz que llegaba desde el patio, sin llegar a iluminar por completo la habitación. Anastasia miró hacia atrás e hizo gestos a Helena para que se acercara con la linterna. Helena le pasó la linterna a Theopano, quien asomó medio cuerpo, linterna en alto, desde el otro pilar. La sala cobró color y reveló los restos de la sala capitular. Los frescos en las paredes estaba en un estado lamentable, y suelo y muebles estaban cubiertos por una montaña de excrementos. Del techo colgaba toda una colonia de murciélagos vampiro. De momento decidieron dejar a las ratas aladas en paz.

Murciélagos para quien le guste el guano

 Retrocedieron hasta la esquina del sudeste, en la que se concentraban tres puertas. Una primera inspección no reveló nada en la puerta del sur. Mientras Anastasia examinaba la puerta, Theopano dedicó el tiempo a volver a inspeccionar el caminador del claustro. En la pared norte, la del Mandatum, le llamó la atención una roca en la pared libre de argamasa. Estaba encajada pero tenía juego, así que probando acabó golpeándola con el pomo de la daga. Sonó el sonido de vidrio roto y un líquido de olor dulzón se derramó por la pared. Finalmente, el explorador logró retirar la piedra. Se trataba de un escondite en el que se había guardado algún tipo de poción cuya utilidad no podrían descubrir. Volvió con el resto y comentó lo ocurrido mientras Anastasia daba el visto bueno a la puerta.

 Antes de abrirla, intentaron ver si se percibía luz por las ranuras, o si entre ellas había alguna corriente de aire. La sala estaba en buen estado, tan solo algunas rocas se habían desprendido de una pared por la que se filtraban rayos de luz de la brillante mañana. Se trataba del calefactario del monasterio, con varias estufas todavía aprovechables. En su interior todavía había carbón. La exploración de la sala les dio una buena alegría, ya que la losa de debajo de una de las estufas ocultaba dos pociones etiquetadas como de curación. Helena se quedó una y Karsa tomó la otra.

 El grupo decidió continuar por la puerta justo al sur de la sala de los murciélagos para ir cerrando huecos en la exploración. La puerta parecía segura y, como ya era habitual, Sebo la abrió junto a Theopano con el arco preparado. La sala tampoco tenía ventanas y estaba a oscuras, pero un siseo poco tranquilizador les puso en alerta. Helena levantó la lámpara acercándola a la entrada. En la sala había varias sillas y una mesa. Más allá había una reja que separaba del resto de la habitación una humilde capilla. La reja estaba rota con los barrotes doblados, y en ellos se enroscaban dos serpientes de cascabel. Una de ellas jugueteaba con un pergamino enrollado en sus fauces. Ambas se mostraron amenazantes, pero no abandonaron los barrotes. Tras unos segundos Sebo, cerró la puerta para discutir cómo actuar. Decidieron que Sebo y Ingwor abrirían la puerta protegidos con sus escudos. Si todo seguía igual, Ingwor y Theopano dispararían flechas contra la serpiente que jugueteaba con el pergamino. Inmediatamente después, Anastasia cerraría la puerta.

¡El monasterio se había convertido en un zoológico!

 En un primer momento la estrategia no salió mal, una de las flechas alcanzó a la serpiente y esta soltó el pergamino. Cerraron la puerta y esperaron un poco. Al abrirla, las serpientes estaban deambulando por la sala, pero estaban muy cabreadas. Ingwor pudo disparar antes de que se le echaran encima, hiriendo de gravedad a una de las dos, pero estas se precipitaron en el umbral antes de que Theopano pudiera disparar, aunque no llegaron a picar. Sin tiempo para que los aventureros cambiasen de arma, las serpientes volvieron a morder. Esta vez encontraron la dulce carne de Ingwor, que cayó con espasmos al suelo. Sebo saltó por encima de él pero no logró acuchillar al ofidio, y Theopano no tuvo mejor suerte. Antes de que volvieran a morder, Sebo aplastó a una de ellas con el escudo, y la otra se alejó rápidamente para desaparecer por un hueco en una esquina de la capilla. Ingwor no se movía y estaba pálido como la muerte. Intentaron reanimarle de algún modo, pero todo intento fue en vano. La fría muerte habitaba ya en su cuerpo.

Ingwor, elfo de nivel 1, muerto por la picadura de una
serpiente cascabel en el Monasterio del Dragón Dormido

Desanimados, recogieron el pergamino del suelo, este mostraba la letra “E”. Ya tenían “K”, “E”, “R”, “A” y la “E”. Solo faltaba un pergamino por encontrar. Muy a su pesar, decidieron dar sepultura a Ingwor, enterrándolo en el cementerio del monasterio, y se retiraron a Stallanford en busca de agua, descanso y refuerzos.

SIGUE AQUÍ